Translúcidos

Hace mucho tiempo quedó superada la idea de que un artista sólo se legitima como tal cuando muestra su obra en un lugar asignado socialmente para ese fin.

Ya desde las primeras vanguardias de principios del siglo pasado, algunos artistas comenzaron a desarrollar en sus procesos artísticos la querencia por expresarse en espacios y situaciones donde no se esperaba que se hiciera. Ansiaban cuestionar el estatuto del arte, abrir perspectivas a nuevas formas de expresión y, ante todo, un contacto más próximo con el público sin la intermediación de unas instituciones culturales que ellos consideraron, en aquellos tiempos, decadentes. Impresionistas, futuristas, surrealistas, constructivistas… entendieron el arte como una acción que debía traspasar el muro de los museos para obtener una mayor transcendencia social.

De la misma manera, hoy en día nos encontramos que museos y centros de exposiciones parecen obligados a cumplir con un cupo de espectadores, lo cual está revirtiendo en la tan cacareada banalización de la cultura y sus nefastas consecuencias, entre ellas, la exclusión de muchos artistas que no cumplen con los requisitos del espectáculo. Pero, afortunadamente, muchos creadores no reniegan de construir sus propias oportunidades para mostrarse sin más, sin que ninguna autoridad cultural los seleccione para ello.

Convertir por un día cada marquesina en un lugar expositivo, tiene primero el valor de ser una iniciativa de auto organización de unos creadores que encuentran muchas dificultades para acceder a los habituales espacios expositivos.